jueves, 22 de marzo de 2007

La corrupción


Alvaro Mutis hace hablar a Bolívar en «El último Rostro».


“… en el camino nos perdemos en la hueca retórica y en la sanguinaria violencia que todo lo arrasa. Queda una conciencia de lo que debimos hacer y no hicimos y que sigue trabajando allá dentro, haciéndonos inconformes, astutos, frustrados, ruidosos, inconstantes. Los que hemos enterrado en estos montes lo mejor de nuestras vidas, conocemos demasiado bien los extremos a que conduce esta inconformidad estéril y retorcida. ¿Sabe usted que cuando yo pedí la libertad para los esclavos, las voces clandestinas que conspiraron contra el proyecto e impidieron su cumplimiento fueron las de mis compañeros de lucha, los mismos que se jugaron la vida cruzando a mi lado los Andes para vencer en el Pantano de Vargas, en Boyacá y en Ayacucho; los mismos que habían padecido prisión y miserias sin cuento en las cárceles de Cartagena, el Callao y Cadiz de manos de los españoles? ¿Cómo se puede explicar esto si no es por una mezquindad, una pobreza de alma propias de aquellos que no saben quienes son, ni de dónde son, ni para qué están en la tierra? El que yo haya descubierto en ellos esta condición, el que la haya conocido desde siempre y tratado de modificarla y subsanarla, me ha convertido ahora en un profeta incómodo, en un extranjero molesto. Por esto sobro en Colombia…”

jueves, 8 de marzo de 2007

Todos me preguntan por Bolivia...



Un boliviano no hace sino lo que le dicen que tiene que hacer.

Para ir más allá, para atreverse, para improvisar, tendría que dar un salto que todavía no está inscrito en su código genético.

Utilizando ese método contra quienes creen que le dicen lo que tiene que hacer, cada boliviano termina haciendo nada más que lo que se le da la gana.

Por eso no avanzan, porque cada uno de sus pasos es la negación del paso inmediatamente anterior.

Su forma de moverse es el hundimiento, echar raíces.

Imagínense la estructura social que se puede construir con ese tipo de seres.

Los movimientos aquí hay que buscarlos en el subsuelo porque en la superficie todo es rígido.

Desde luego, Evo y Linera lo saben, o si no lo saben, de todas maneras han sido colocados ahí, pero ¿de dónde van a sacar gente que juegue en su mismo equipo?

Lo que se está jugando en Bolivia es el partido final del campeonato de la especie humana contra sí misma. Tenemos que ganarlo y perderlo al mismo tiempo si es que de verdad queremos continuar. Por eso el director técnico tiene que ser boliviano.

Me sigo acordando, aunque todavía no sé para qué, de esa frase que vi en un cuadro en una exposición en Sucre hace ya algunos años: nunca como hoy todos me preguntan por Bolivia.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Kamikazis


El asunto es que Bolivia no necesita cambiar. Su manera de sobrevivir hasta ahora consistió en tomar un atajo e instalarse en un tipo de plenitud que para defenderse tuvo que aprender a parecer lo menos plenitud posible. Y para que la cosa fuera sostenible a través de los siglos, ella misma lo olvidó, es decir, botó su propia llave. Quienes desde afuera alcanzan a intuir esa estrategia, quisieran, no por ella como dicen, sino por ellos mismos, que volviera a encontrar esa llave. ¡Perdónales Señor su buena voluntad! No hay por ahora seres humanos capaces de hacerse cargo de esa noticia. Los habrá seguramente dos o tres milenios adelante. Mientras tanto lo mejor es no hacer nada pero hacerlo de tal manera que parezca que se está cambiando. Los bolivianos se ignoran a sí mismos para defender lo mejor de sí mismos: son kamikazis espirituales. Esa, señores, es la única manera de luchar contra el imperio del mal.

martes, 6 de marzo de 2007

Estrategia


Es domingo, son las cuatro de la tarde y sales muerto de hambre con ganas de comerte un pollo . Llegas al local y el asador está lleno de pollos deliciosamente asados. Pides uno. El empleado te mira medio asustado, vacila, entra a la cocina y regresa con una noticia terrible: «no señor, no hay pollos». ¿Cómo que no hay pollos? ¿Y los que están ahí colgados? «Bueno, ésos son para vender en la noche… si quiere a partir de la 6 otra vez hay pollos».

Letrero pegado justo debajo del timbre en la puerta de una tienda que casi siempre está vacía: «si tiene mucha prisa mejor compre en la tienda de al lado».

Es Bolivia, el mundo del anti mercado. Evidentemente aquí la razón por la cual existen muchos locales comerciales no es precisamente el comercio. ¿Cuál será esa razón?

Intuyo que de lo que se trata no es de hacer circular el dinero sino los problemas, agrandar todo posible motivo de queja y lamento.

No vayan a creer que es una estupidez… es una estrategia.

lunes, 5 de marzo de 2007

Escalas intermedias

Las noticias anuncian que el presidente Evo Morales, luego de una sesuda discusión interna con quienes cuestionaban su alejamiento del país en este momento de «tragedia nacional», viaja a Tokio. Sin embargo, uno se levanta en la mañana, mientras se afeita enciende la radio y se entera que antes de llegar a Tokio hizo una escala en Italia. Así es Bolivia: nunca va para dónde dice que va, siempre se enreda en una cantidad infinita de escalas intermedias. El pragmatismo boliviano no es más que una manera de ocultar sus verdaderas intenciones. Verdaderas intenciones que nadie quiere aceptar en voz alta pero que son las que hacen del país lo que es, para bien y para mal. Sea como sea me alegro con la tristeza que sienten algunos al ver que «el nada más que un indio» se codea si o si con emperadores. A todos los bolivianos se les debería enseñar desde pequeños que no hay nada más triste y lamentable que un no indio representando al país en el exterior: ¡qué horror!

sábado, 3 de marzo de 2007

La mirada del boliviano

Los bolivianos no saben de qué es que tratan ellos mismos. Bueno, no es que no lo sepan, es que lo saben de otra manera. Pero su manera de saberlo les impide estar aquí, siempre están en otra parte. Ni modo, para ellos toda noción de lo otro va incluida en su propio paquete y por más que quieran no pueden dejar ese paquete en ninguna parte, no pueden darse la espalda a sí mismos. La mirada del boliviano, que no deja de ser una cierta forma de ceguera, o más bien, de opción por la ceguera, implica la negación de todos los límites que hacen posible eso que llamamos lenguaje… y no es que no lo sepan, es que lo saben de otra manera.