jueves, 8 de marzo de 2007

Todos me preguntan por Bolivia...



Un boliviano no hace sino lo que le dicen que tiene que hacer.

Para ir más allá, para atreverse, para improvisar, tendría que dar un salto que todavía no está inscrito en su código genético.

Utilizando ese método contra quienes creen que le dicen lo que tiene que hacer, cada boliviano termina haciendo nada más que lo que se le da la gana.

Por eso no avanzan, porque cada uno de sus pasos es la negación del paso inmediatamente anterior.

Su forma de moverse es el hundimiento, echar raíces.

Imagínense la estructura social que se puede construir con ese tipo de seres.

Los movimientos aquí hay que buscarlos en el subsuelo porque en la superficie todo es rígido.

Desde luego, Evo y Linera lo saben, o si no lo saben, de todas maneras han sido colocados ahí, pero ¿de dónde van a sacar gente que juegue en su mismo equipo?

Lo que se está jugando en Bolivia es el partido final del campeonato de la especie humana contra sí misma. Tenemos que ganarlo y perderlo al mismo tiempo si es que de verdad queremos continuar. Por eso el director técnico tiene que ser boliviano.

Me sigo acordando, aunque todavía no sé para qué, de esa frase que vi en un cuadro en una exposición en Sucre hace ya algunos años: nunca como hoy todos me preguntan por Bolivia.

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